Esteban tomó su sierra y salió hacia el bosque. En ese momento, oyó a Augusto, de cinco años: «¡Espera, papá! ¡Quiero ir!». Con su sierra de juguete, guantes de trabajo y orejeras, siguió a su papá. Esteban le puso un par de troncos a una distancia segura. A los diez minutos, Augusto estaba agotado. ¡Cortar troncos con una sierra de juguete era trabajo duro! Pero estaba contento de «ayudar» a su papá, y su papá estaba encantado de pasar tiempo con su hijo.
Juan odia la escuela. Las clases de álgebra, gramática y la tabla periódica lo aburren. Pero le encanta construir casas. Su padre lo lleva a trabajar en el verano, y Juan no se cansa. Tiene apenas 16 años, pero sabe sobre cemento, tejas y armazones de paredes. ¿Qué diferencia hay entre la escuela y la construcción? Amor. Juan ama una cosa y no la otra. Su amor alimenta su conocimiento.
Un hombre llamado Hidesaburō Ueno daba clases en la Universidad Imperial de Tokio en la década de 1920. Todas las tardes volvía en el tren de las 15:00 y se encontraba a su perro, Hachiko, esperándolo. Un día, el profesor sufrió un derrame cerebral durante la clase y murió. Como no bajó del tren de la tarde, Hachiko se quedó un rato y luego se fue a casa. El perro volvió al día siguiente a las tres, y al siguiente, durante diez años. La lealtad de Hachiko conmovió los corazones de muchos japoneses, que acudían a sentarse con él.
Julia gimió al ver la publicación de Susi en las redes. La foto mostraba a diez amigos de la iglesia, sonriendo alrededor de una mesa en un restaurante. Por segunda vez en el mes, se estaban divirtiendo… sin ella. Se secó las lágrimas. ¡Qué extraño asistir a la iglesia con personas que no la incluían!
Marcos era un joven pastor prometedor. Una mañana, su hijo murió mientras jugaba a la pelota con él. Quedó devastado y aún lamenta la pérdida, pero su dolor lo hizo un pastor más compasivo. Lo he acompañado en su dolor y he pensado que su prueba ilustra una reflexión de A. W. Tozer: «Es dudoso que Dios pueda bendecir en gran manera a un hombre si antes no lo ha herido profundamente». Temo que sea cierto.
Me encantó pasar el fin de semana en Nueva Orleans: un desfile en el Barrio Francés, una visita al Museo de la Segunda Guerra Mundial y probar ostras a la parrilla. Pero, mientras me dormía en la habitación de huéspedes de mi amigo, extrañé a mi esposa e hijos. Disfruto predicar en otras ciudades, pero más disfruto estar en casa.
La familia estaba reunida alrededor de Dominique Bouhours, un lingüista del siglo xvii, que estaba muriendo. Ya casi sin respirar, dijo: «Estoy por —o voy a— morir; ambas expresiones son correctas». ¿A quién le importaría la gramática en su lecho de muerte? Solo alguien que se hubiera ocupado de ella toda la vida.
Bob Salem tiene el récord de velocidad en empujar un maní a la cima de Pikes Peak con un artefacto sujeto a su nariz. Lo logró en siete días. Es la cuarta persona que completa esta hazaña, lo que significa que otras tres muy pacientes lo hicieron.
Jon fue nombrado profesor titular en una prestigiosa universidad. Su hermano mayor, David, estaba contento, pero, como hacen los hermanos, no podía resistir bromear sobre la vez que le había ganado luchando cuando eran niños. Jon había progresado mucho en la vida, pero siempre sería el «hermanito» de David.
La actriz Sally Field sintió por fin lo que todos anhelamos. Cuando ganó un segundo Oscar en 1985, exclamó al recibirlo: «Lo que más he deseado es tener el respeto de ustedes. La primera vez, no lo sentí. Pero esta vez, sí. Y no puedo negar la realidad de que les agrado; en este momento, les agrado».